Breve paseo por un coma profundo

«He notado muchas veces que, cuando una noticia nos llena de estupor o de horror, nuestra cabeza se vacía y nuestra atención se fija sobre un objeto cualquiera, el primero que se pone bajo los ojos, pero de una manera particular, casi queriendo traspasar su superficie y llegar a quién sabe qué secreto escondido en él. Así me ocurrió esa noche después que Sonzogno me hubo hecho su revelación. Tenía los ojos extraviados y mi mente se había vaciado de golpe, como un recipiente que contiene un líquido o polvo muy fino y se lo vuelca; solamente que, aun estando vacía, sentía mi mente dispuesta a contener otra materia, y esta sensación era dolorosa porque hubiera querido llenar aquel vacío y no lo conseguía» ALBERTO MORAVIA, La romana (1947)

Esta serie, ambientada íntegramente en Roma, responde en su origen a la voluntad de seguir profundizando en un proyecto anterior llamado Hch 9, 8-9. El coma al que se refiere el título no es sino una metáfora sobre la pérdida completa de consciencia. El espectador deambula por una ciudad hecha de piedra en la que se reflejan unos personajes que parecen ajenos a todo, como si estuvieran habitando un espacio onírico.

Alberto Moravia describe cómo a través del estupor miramos las cosas de un modo tan desposeído que, de alguna manera, éstas parecen a punto de revelarnos su sustancia más terrible, alguna gran verdad escondida bajo la materia que las constituye. Este vacío de la mente, esta desorientación de los ojos, adopta en el fragmento de La romana una naturaleza que se desparrama dejando tras de sí un rastro de oquedad. Por el contrario, frente a la metáfora del ensimismamiento como una especie de líquido o de liquidación, en algunas fotografías recogidas por este trabajo, lo sólido es salpicado literalmente por diversos fluidos, los cuales parecen pervertir su naturaleza estable, haciendo que lo pétreo pierda consistencia, se humedezca y, por último, deje entrever cierto carácter in-sólito, su secreto.

La vacuidad mental del narrador de Moravia tiene su correlato en tres formas de ausencia recorridas a lo largo de esta promenade visual por un coma colectivo. Las definiría como una ausencia de dirección y sentido, una ausencia de duración y, por último, una total ausencia de consciencia, lo que tal vez nos llevaría a considerar que las imágenes compiladas son, así, el propio viaje por un ensueño, y no un documento sobre el desplazamiento, la propia deambulación y la búsqueda de una salida respecto a esta ciudad –Roma– de la que, dicen, tiene mil vías de acceso.

Rostros anónimos, callejones, adarves, fachadas y noches cerradas se entretejen en un proyecto que es un viaje de ida y vuelta emocional. El proceso creativo ha sido inspirado por la propia ciudad de Roma, la literatura de Calvino, el pensamiento de Franz Roh y Edmund Husserl y también por el oscuro imaginario de David Lynch.